No sé cuántas veces he dicho: “Nooo Yo pensé en hacer eso”, “¡le juro que yo había tenido esa idea!”, “¿se acuerda que lo hablamos? pero no teníamos tiempo” (podemos reemplazar tiempo como: dinero, ganas y convicción).
Estamos seguros de que esto no es una historia única, miles de personas repiten esto cada día. Entonces, si sabemos que estaremos prontos a decir esas palabras y a los 5 minutos de haberlas dicho vamos a sentir remordimiento, ¿porque no actuamos? Dejemos que sea alguien más quien las diga, cuando seamos nosotros quienes lancemos el próximo mega invento.
Cada idea es valiosa, sí, pero es valiosa sólo para quien la piensa, no podemos ponerles un valor económico a nuestros pensamientos. Esta es la primera regla al declararse “hacedor de conceptos innovadores”.
¿Cómo qué no? Pregunta constante, pero si tan solo tengo un concepto; el cual no he probado, validado y no tengo ventas o al menos un prototipo que lo consolide, no tengo nada. Tengo un concepto que no puedo vender porque no se aún quién está dispuesto a comprarlo.
Es entonces cuando llegamos a la segunda regla, compartir tanto como podamos. Solo así podemos llegar a un primer resultado, para asegurarnos que tenemos algo que sane el dolor de los consumidores, algo que resuelva ese problema constante que tienen las personas, o bien si somos los dueños de algo tan innovador que hará que en lugar de resolver una carencia abra una nueva necesidad.
¿A quién debemos compartir? De la manera más sincera debemos decir que nuestra familia y mejores amigos no son el público deseado para validar. Estas personas cercanas siempre nos dirán que tenemos algo increíble entre manos, después de todo, ¿quién quiere desanimar a sus seres queridos? Así que si queremos criterios un poco más certeros, busquemos personas con carácter y con la potestad de tomar decisiones
en el medio al cual nos dirigimos, personas con algo más que un buen proyecto detrás, y aquellos que no teman decirnos lo que debemos oír. Compartir los conceptos no es dar en bandeja de plata un negocio, es buscar mejoras y un aumento del éxito, o una vía rápida para dejar de lado algo sin buenas expectativas.
Como consejo, cuando se les presente la oportunidad de exponer ante alguien con poder de inversión o de desarrollo, no pidan un acuerdo de confidencialidad, esto normalmente no es bien visto y puede cerrar las puertas antes de abrirlas. Dejemos de lado el secretismo y el miedo a perder, después de todo quienes trabajan en el ecosistema están para ayudar en el surgimiento de los emprendedores, no para desarrollar cada concepto compartido de forma propia.
En cuanto a los eventos, para startups y emprendimiento, la mayoría están diseñados para dar herramientas y empoderar por medio del conocimiento a los emprendedores. Si realmente no queremos compartir de forma tan pública aquello que hemos pensado tanto, de igual forma es recomendado asistir, vivir la experiencia y hacer networking, o bien tomar el camino acertado y aprovechar el acceso a personas con opiniones de gran valor, que en minutos nos pueden ayudar a concretar la vía que vamos a tomar.
Para terminar, recordemos que la idea como tal no tiene valor económico, es la ejecución la que podemos valorar, vender y cuidar, ahora sí, en un baúl propio.
Es hora de perder el miedo y de hablar sobre aquel día que un pensamiento nos dio permiso para cambiar
al mundo.